Impaciencia

La gente espera impaciente. Las salas de espera en las clínicas y hospitales son museos de la desesperanza,  con sus sillas incómodas y la inevitable pierna que rebota insistentemente para mostrar la ansiedad que el rostro oculta. Las pantallas que solo entretienen a la secretaria y las revistas que hace tiempo perdieron el derecho a ser noticia o símbolo de estatus, no logran distraer la preocupación y el fastidio. Los pacientes se cansan, se ponen de pie, van al baño. Es una espera sin esperanza, y esperar sin esperanza es una manera de desespero, de llenar un espacio de tiempo con algo parecido a la nada. Las mentes de los pacientes no se entretienen fácilmente. No hay escape posible de los miedos y las preocupaciones, sin enfrentarlos. Están ahí, rodeados de extraños, esperando saber el porque o el hasta cuando de su vulnerabilidad. Los pacientes esperan sin paciencia. Es el precio a pagar para recuperar la esperanza de un rato más de vida.  

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