París hoy no es sinónimo de museos y enamorados. Hoy la franja roja de la bandera gala, es más vívida que la blanca y azul, y no hay libertad, ni igualdad, ni fraternidad que pueda aliviar el dolor. Mientras me recupero del asco y la indignación, intento encontrar compañía en los comentarios y opiniones de otros. Pero me siento más sola a cada instante. Me encuentro con todo tipo de pensamientos plasmados en palabras, en algunos casos crueles, en otros solidarias. Hay quienes depositan su angustia sobre todos los musulmanes, y dicen que deberían prohibir la entrada a los refugiados. Hay quien se queja de que duelan más estos muertos que otros de otras ciudades. Otros se indigna porque nos olvidamos un rato de nuestra propia miseria para llorar la de los demás. Yo leo los argumentos, y pienso que todos tienen sus razones para sentir lo que sienten, aunque yo no comparta su visión, o no pueda entenderla.
Yo no sé de donde obtuve la capacidad de comprender y aceptar que otros puedan tener un punto de vista distinto, y que no necesariamente haya uno sólo que está en lo correcto. Supongo que es algo que se saca del mismo paquete de las arrugas, las canas y la barriga rebelde. Sin duda durante mucho tiempo creí que había una sola verdad y trate de encontrarla y conocerla a través de libros y estudios. Hoy entiendo que en lo humano, como en la ciencia, la verdad es algo que puede tener multitud de caras y facetas. Esta certidumbre es lo que me permite coexistir con otros de distinto pensar, aceptando que tal vez para ellos, desde su perspectiva particular, la verdad luce algo distinta.
¿Cómo impactaría al mundo aprender a pensar en la verdad como algo relativo? Mis pensamientos vuelven a los asesinos de París, en como alguien puede estar tan convencido de que su verdad es la única posible, que decide matar a personas inocentes, que hasta es posible que compartan su misma visión del mundo. Muchachos jóvenes, fácilmente influenciables, en la búsqueda de una verdad que le de sentido a su existencia. Blancos ideales para que los manipulen con ideas religiosas simplistas, convirtiéndolos en asesinos/suicidas. Yo particularmente pienso que es importante que los niños y jóvenes de hoy, con el acceso que tienen a la información, sean educados en dudar de sus propias verdades, en cuestionarse los puntos de vista propios, en la empatía con los que piensan distinto.
Lo que más me indigna de esta masacre, es que la misma haya sido en nombre de un Dios que no nos reconoce como sus hijos y pone en manos de otros la destrucción de lo que él ha creado. Creer que existe un Dios castigador que pueda ordenar destruir a aquellos que no sigan sus lineamientos, está en la base de muchas religiones. Ese Dios es el modelo de quien cree posible una única verdad, un único pensamiento. Yo confieso que me cuesta creer en ese Dios vengador que castiga inclemente lo que él mismo ha creado.
La gente alrededor del mundo pide oraciones por París, mientras yo intento entender como la religión puede ser la solución a un problema cuyas raíces están en la religión misma. Yo creo que lo que los habitantes de París necesitan, es reconciliarse con su humanismo y no con lo divino. El mundo necesita mas fe en la humanidad y menos fe ciega.
Buen artículo, con alta dosis de civilidad. ¡Bravo! Pero yo creo que el problema no está en la fe, sino en la ceguera.